Las últimas estimaciones de la FAO son que entre 691 y 783 millones de personas se verán afectadas por el hambre en 2022. La inseguridad alimentaria se estima en un 7,6% en los países desarrollados, mientras que alcanza un 67% en regiones como el África subsahariana.
Un estudio de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) afirma que casi el 30% de la población mundial sufre inseguridad alimentaria. Además, advierten que los países están lejos de alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) incluidos en la Agenda 2030.
El estudio también señala que, a pesar de algunas mejoras, los precios de los alimentos continúan en niveles “anormalmente altos”, por encima del 21% en los últimos datos de 2021, mientras que la media entre 2015 y 2019 fue del 15,2%.
“Asia oriental y África del Norte son las regiones más afectadas por precios anormalmente altos”, afirmó José Rosero Moncayo, Director del Departamento de Estadísticas de la FAO.
Las últimas estimaciones de la FAO estiman que entre 691 y 783 millones de personas se verán afectadas por el hambre en 2022, un problema del que ningún país es inmune, enfatizó Rosero Moncayo.
“La disparidad y la falta de garantías de acceso a los alimentos se dan tanto en los países ricos como en los pobres”, afirmó el experto. Mientras que la inseguridad alimentaria es del 7,6% en los países desarrollados y supera el 67,2% en regiones como el África subsahariana.
La FAO publicó el informe en vísperas de una cumbre organizada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York los días 18 y 19 de septiembre para analizar el estado de la consecución de los ODS, que expiran en 2030.
El documento denuncia que los efectos aún latentes de la pandemia de Covid-19, junto con otras crisis similares como el cambio climático y los conflictos armados, están teniendo un profundo impacto en todos los objetivos de la Agenda 2030, “incluida la pobreza, la seguridad alimentaria y la nutrición”. , salud y medio ambiente.
Estos factores han contribuido al “estancamiento” del progreso logrado en las últimas dos décadas e incluso, en algunos casos, a la reversión de este progreso, como en el caso del índice mundial de personas desnutridas, que ha aumentado desde 2015.
Rosero defiende el Moncayo, ya que “los conflictos, los fenómenos climáticos extremos y las fluctuaciones económicas son una realidad que no desaparecerá”.
Por su parte, en materia de agricultura, la FAO destaca que los pequeños agricultores producen alrededor de un tercio de los alimentos del mundo, pero en el 90% de los países estudiados, estos pequeños productores reciben menos de la mitad de los ingresos. Grandes tontos.
En un tercio de los países evaluados, menos del 50% de los hombres y mujeres que se dedican a la producción agrícola tienen derechos de propiedad sobre la tierra, añade el documento.
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El progreso en la reducción del impacto ambiental de la agricultura sigue siendo “lento y desigual” en todas las regiones geográficas, lo que deja al mundo “muy lejos de mantener la diversidad genética de plantas y animales necesarios para la alimentación”.
En el lado positivo de la balanza, aunque la superficie ocupada por bosques sigue disminuyendo, la velocidad a la que lo hace “ha disminuido respecto a décadas anteriores”, mientras que el nivel de “estrés hidráulico” se mantiene estable desde 2020.
“Para garantizar el progreso en las dimensiones social, económica y ambiental analizadas anteriormente, mejorar la capacidad de datos es crucial”, concluyó la FAO, pidiendo a los países esfuerzos para ampliar los sistemas de recopilación de datos “necesarios” para implementar las medidas.
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