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Cualitativamente, el deseo de cambio ha dado un salto. Edmundo González Urrutia, desconocido hace unas semanas, está ahora en la mente de millones de venezolanos como el hombre que tiene la oportunidad de derrotar decisivamente a Maduro y convertirse en presidente de Venezuela.
Algunos amigos, llenos de desesperación, advirtieron que el pedido no se había realizado. Y es verdad. Los votos no deben contarse antes de comparar la recepción de los votos con los registros emitidos por la máquina de votación. Uno, entre otros detalles, que no se puede resolver para declarar invencible al régimen, es reducir las evidencias de una potencia que sufre grietas y erosiones en los fundamentos fundamentales de su apoyo.
No es necesario ganar ya que ralentiza la actividad. Pero no podemos dejar de darnos cuenta de que el optimismo objetivo es la fuerza que transforma la expectativa de victoria en una mayor disposición a votar, obtener nuevo apoyo y dar al pueblo valor cívico.
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El ascenso de la candidatura de Edmundo González Urrutia ha sido impresionante. Quizás sus mayores ganchos sean no ser un político experimentado, que maneja los problemas con respuestas breves, su apego a la simplicidad y su formación profesional para entablar diálogos y discusiones basados en intereses y no en posturas rígidas.
No es simplemente un hijo de la educación pública, como recientemente se refirió a sí mismo, sino un ciudadano formado en la democracia, en relaciones y decisiones muy alejadas de los hábitos de mando de facto, los reflejos autoritarios y la facilidad de abuso mientras se está en el poder. La mejor cualidad de Edmundo González es su prudencia, producto de su sabiduría más que de cualquier miedo. Es por ello que su apariencia tranquila proporciona alivio en las repetidas batallas de ego al ver discursos extremistas e incendiarios frente a un pueblo que quiere vivir bien y en paz.
Una imagen es eficaz si tiene un apoyo real en el pensamiento y el comportamiento de quien la proyecta, como lo demuestran las declaraciones y acciones del candidato que sean útiles para todos. Tomó el tándem con María Corina Machado porque es la expresión emocional más poderosa de la corriente que ya no quiere ser controlada por los directores del fracaso.
Ahora pide ampliar el liderazgo y lograr una inclusión más activa y coordinada de líderes históricos, partidos en la plataforma y más allá que puedan votar por su candidatura.
Necesita todos esos aportes porque ya tiene el aval que le dio María Karina en términos de votos cuantitativos. Pero para lograr su representación necesita ganarse a un grupo de votantes que no son sensibles a ese apoyo y que sólo pueden ser atraídos a través del propio trabajo del candidato.
Esta semana Edmundo González Urrutia se afirmó como un líder con pensamiento propio y determinación para defender su visión. Se comportó como un candidato de unidad, no de partido. Define al chavismo como un opositor político, no un enemigo. Destacó la importancia del diálogo y la negociación con el gobierno y otras instituciones estatales como las fuerzas armadas para garantizar sistemas y gobernanza alternativos.
Advirtió de una posible intervención favorable de las fuerzas maduristas para mantenerse en el poder. Soltar la carta de la MUD, suspender el proceso electoral o cualquier otro percance que al final reduzca las posibilidades de que la oposición acepte la democracia como un valor y la constitución nacional como ley suprema. Y encarecerá la estancia de Maduro en Miraflores.
Lo cual no corresponde al país ni a un líder político responsable. Edmundo intentará evitarlo por todos los medios. Está dispuesto a seguir el camino electoral hasta el final y en todo el centro. Un cambio muy favorable en estas semanas para centrarse en explicar al país su modelo de transformación. Luego tendrán seis meses para unir a toda la nación.
Simón García es analista político. Cofundador del MAS.
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