Por María Laura García
El discurso motivacional sobre el fracaso esconde las circunstancias que fomentan ese fracaso.
El fracaso está aumentando. El discurso del éxito sobre el fracaso nos dice que para lograr nuestras metas más adelante debemos fracasar primero.
Desde los lugares más sancionados de producción simbólica nos bombardean a diario con que el fracaso es algo bueno y que constituye una oportunidad, ya que emergen lecciones de vida que de otra manera no tendríamos. Escuchamos en todas partes que la clave del éxito es el fracaso y que para alcanzar el cielo del éxito es necesario tocar fondo. Pero como decía Aristóteles del ser, el fracaso se dice de muchas maneras.
David y Luisa
Hagamos un ejercicio de comparación imaginaria. Pensemos en David, que estudió administración y dirección de empresas y creó una start-up. Vive en un barrio lleno de escuelas privadas con una tasa de deserción escolar del 4% y su ingreso familiar es de 150.000 euros (165.000 dólares) al año.
Supongamos que la innovadora empresa de David fracasa y él pierde todo el dinero que invirtió. Una ocasión perfecta para decir algo como la siempre popular cita de Beckett: “Lo intentaste. Fracasaste. No importa. Inténtalo de nuevo. Fracasa de nuevo. Fracasa bien”.
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Consideremos ahora a Louise, que vive en un barrio con sólo escuelas públicas y con recursos inadecuados, con una tasa de abandono escolar del 45%. Los ingresos de su hogar son de 15.000 euros (16.500 dólares estadounidenses) al año. Lewis, que lleva varios años en un trabajo precario, no ha renovado su contrato temporal en la empresa de reparto para la que trabaja desde hace varios meses.
Es la tercera vez que le pasa algo parecido y lleva más tiempo en paro que trabajando. ¿Sigue siendo una buena ocasión para citar a Beckett?
solo nosotros fallamos
El discurso exitoso sobre el fracaso considera el fracaso desde una perspectiva diferente. Se dice que quien fracasa al menos lo ha intentado, y quien lo ha intentado ya ha conseguido algo. El esfuerzo ya es meritorio, un éxito en cierto sentido.
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Pero siempre es una persona la que lo intenta y fracasa. Escribir “fracaso” en cualquier banco de imágenes es suficiente para saber que el fracaso es la persona. Los que fracasan viven en su soledad.
Ahora bien, este discurso del fracaso olvida el contexto social y sociológico en el que se produce el fracaso. Los “potenciales” de David y Louise son muy diferentes. Lewis probablemente no estará en condiciones de fundar una nueva empresa.
Ante el miedo al fracaso, ha surgido una forma de normalizarlo como un paso inevitable hacia el éxito, aunque no siempre es así.
Carece del capital económico, cultural y social de la familia de David. No tiene dinero, ni conocimiento de cómo funciona una empresa, ni suficiente “conocimiento” ni “know-how” para atraer a inversores potenciales. Sus “potenciales” son muy diferentes. Su fracaso también.
Cambiar la retórica del fracaso
El fracaso se dice de muchas maneras, pero quizás necesitemos letras mayúsculas para dejar claro que el discurso motivacional del fracaso funciona… siempre y cuando puedas fracasar.
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Al final todo es cuestión de probabilidad. Tener la capacidad de fracasar una, dos o tres veces y seguir asociado al mismo grupo social de referencia exitoso es un éxito, incluso si se esconde detrás de la máscara de la retórica del fracaso.
Pierre Bourdieu, al describir las clases económicamente dominantes, afirma que para ellas es el dinero heredado lo que garantiza su independencia del dinero. De manera similar, podemos decir que para aquellos que favorecen el fracaso retórico, es el éxito (heredado) el que les garantiza la libertad del fracaso real. Por eso pueden fracasar, o incluso fracasar mejor.
Lo más peligroso de este discurso es que con el fracaso feliz se invisibiliza a los verdaderos perdedores de la sociedad, las causas del fracaso, los grupos estigmatizados que no pueden permitirse el discurso del #fracasomejor.
Tener la capacidad de fracasar una, dos o tres veces y seguir asociado al mismo grupo social de referencia exitoso, eso es éxito.
Los colectivos que viven en una situación marginal, por razón de género, raza, clase o condición sexual, están en algún sentido “fracasados” y alejados de ese “potencial” o de esas formas de capital económico, cultural o social.
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Colectivos cuya retórica del fracaso perpetúa los fracasos materiales y los condena por reproducirlos, ya que se nos dice que quienes no triunfaron es porque no lo quisieron con la energía necesaria, porque no fracasaron. suficiente
Como se puede observar, el discurso del fracaso no sólo intenta explicar las desigualdades, sino también justificarlas en un orden simbólico: el verdadero fracaso será el que no quiere lo suficiente, no el que apenas puede.
Ante tal situación, hay dos soluciones posibles: o dar a conocer las condiciones materiales que nos permiten disfrutar de la retórica del fracaso, o identificar las causas de la reproducción social del fracaso y condenarlas. Y una de ellas es la retórica del fracaso. #buen fracaso? No, gracias
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