Las elecciones presidenciales de Estados Unidos están a la vuelta de la esquina y varios estados desempeñarán un papel clave en las elecciones del 5 de noviembre para decidir quién será el próximo presidente, Donald Trump o Kamala Harris.
Para ponerlo en contexto, hay pocos estados que desempeñen un papel tan trascendente en las elecciones norteamericanas. Estos se conocen como “estados indecisos”, ya que una mayor votación en uno de ellos otorga al candidato una puntuación más alta.
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En ese punto se sitúan Georgia, Arizona, Wisconsin, Michigan, Pensilvania, Nevada y Carolina del Norte. Con 100 votos electorales en juego, dichas regiones decidirán quién ocupará la Casa Blanca durante los próximos cuatro años, Donald Trump o Kamala Harris.
En ausencia de un favorito, la batalla en estos estados se convierte en una carrera contra el tiempo y tiene un valor estratégico significativo para el candidato. Un ejemplo es que Georgia y Pensilvania otorgan una gran cantidad de delegados en función de su población (16 y 19, respectivamente). Esto los convierte en importantes campos de batalla.
¿Qué pasa con los estados no articulados?
Por otro lado, hay estados como Alaska o Wyoming que otorgan tres delegados cada uno. Por eso, no reciben la misma atención por parte de los candidatos presidenciales.
Por eso la estrategia electoral de los partidos se centra en estados tan importantes. Según NTN24, no es práctico para un peticionario invertir recursos en un área que generalmente es segura para un partido, como Alabama o California, donde los resultados son predecibles.
Este contexto permite a los candidatos centrar sus esfuerzos en atraer votantes indecisos en áreas clave. Allí, el margen de victoria suele ser muy pequeño y cada paso puede marcar la diferencia.